Aslac. Aslac. Aslac.

Esa palabra no deja de sonar en mi mente. Conceptos como “identidad” y “lugar” comienzan a formarse dentro de mí. Puedo notar mi forma y mi presencia. Comienzo a levitar lentamente y a agrupar cada partícula de mi cuerpo.

Aslac. Aslac.

Noto algo debajo de mí. Sé que es un ser vivo, y mi instinto me indica que está muerto, pero no puedo distinguir su especie. Sin embargo, me transmite una sensación cercana, como si me pudiera identificar con él.

Aslac.

El viento es muy fuerte. Mi cuerpo se siente amenazado. Necesito buscar refugio.

3 horas después...

Soy... Aslac. Soy una Gastly. Estos conceptos los tengo bien grabados en mi mente, ahora que me he acabado de formar, aunque recién acabo de nacer. Pero... ¿qué es este dolor? ¿Por qué no se detiene?

2 meses después...

No sé qué es esa cosa redonda y llamativa, pero algo dentro de mí parece reaccionar y... el dolor se va. Me acerco muy lentamente a lo que parece ser algún vegetal y extiendo mi humo lila hasta rodearlo. Aquel objeto comienza a pudrirse rápidamente.

— No... ¡No! — Comienzo a lamentarme y, rápidamente, caigo contra el suelo como si el mundo se me viniera encima. Tras unos minutos y volver a recomponerme, vuelvo a intentarlo. Vuelvo a pudrir aquella cosa y vuelvo a sentir un gran dolor interno.

Sin embargo, los Pokémon nos movemos por instinto. Rápidamente noto una energía psíquica arremolinarse a mi alrededor y con ella logro levantar el pequeño objeto sin pudrirlo.

— ¡Lo tengo! — Comienzo a vibrar de alegría mientras llevo el objeto de un lado a otro.

Mediante la experimentación, la observación y el aprendizaje, descubro que es una baya y que se puede plantar y luego alimentarte de ella. El proceso me fascina. Más tarde descubro su nombre: Baya Aranja.


1 año después...

Observo entre las rocas un Pokémon con aspecto de media luna levitar con elegancia. Ya ha caído la noche y tengo más energías. Me dirijo rápidamente hacia él.

— ¡Hola, hola! ¿Quién eres? — Giro de forma alegre a su alrededor.

El Pokémon medialuna me mira fijamente y en silencio.


— Note... — Éste responde con cierto recelo.

— ¡Note! ¿Tu cuerpo sería buen abono para plantar mis bayas? — Le miro de arriba a abajo con una sonrisa.

Éste me mira fijamente, gira la cabeza y se aleja.

— ¿Has visto alguna baya por aquí, o algo interesante? Estoy explorando la zona. — Le vuelvo a preguntar mientras regreso a su lado a seguirle el ritmo.

— ¿Tú, explorador? — Note se para y me mira fijamente. — Nunca te vi en el gremio. — Su tono sigue serio.

Ladeo la cabeza.

— ¿Qué es un gremio? — Le pregunto.

Note rápidamente abre los ojos, se gira y vuelve a huir.

— ¿Qué es un gremio? ¿Se come? ¿Se planta? ¿Sirve como abono? — Le sigo preguntando de forma pesada.
— ¡Ya, ya! Soy un bocazas. — Note se para y suspira. — Igual no pareces ser del todo mala gente... Y si no, Alirae y Erebos te juzgarán bien. Sígueme... Y de paso me ayudas con algo. — Éste sentencia y vuelve a retomar su rumbo.

Sonrío, aunque todavía sin entender, y le sigo. Llegamos a una pequeña cueva con muchas grietas y piedras preciosas incrustadas.

— Encontré un zafiro bastante bueno, pero está muy profundo en una grieta. Digamos que... Se requiere mucha precisión, y todavía estoy entrenando mis habilidades psíquicas. ¿Tú puedes agarrarlo con ese cuerpo pequeño? — Note me pregunta con calma.

Abro los ojos con fuerza y observo aquella piedra azul. Rápidamente me adelanto y comienzo a fundir mi cuerpo con la pared, atravesando varios centímetros de roca, hasta llegar al fondo. Ahí uso mi telequinesis y logro hacer levitar ese pequeño fragmento de vuelta a mi compi.

Note lo toma, sonríe y se agita un poco, y rápidamente vuelve a irse. Le sigo en silencio.

...

Nos adentramos más entre las cuevas y los túneles, al punto que ya olvido por dónde hemos venido. — Imagino que si atravieso el techo y sigo en línea recta podré salir de aquí... — Noto muchos ojos observándome y, cuando alzo la vista, veo muchos nidos, o eso identifico que son por su similitud a los que hay encima de los árboles.

En este pintoresco lugar me topé con lo que más tarde conocí como los líderes del Gremio de Exploradores: Alirae y Erebos. — ¿Una organización dedicada a explorar? ¡Eso incluye buscar bayas! ¡Y de forma profesional! — Aquello fue una sorpresa muy agradable. Sin embargo, el acceso no era tan fácil. Me dijeron que yo no poseía un tal “pacto con Rayquaza” y por lo tanto no poseía ese rasgo de libertad necesario.

Rayquaza. Un gran Pokémon legendario que al parecer gobierna estas tierras y, si te elige, te otorga el don de poder ser libre. — Humanos... Me he topado con algunos de esos seres. Siempre me evitan. Tienen miedo. Pero ellos me asustan a mí. Son muy grandes y gritan mucho. — Al parecer, algunos humanos son capaces de privarnos de nuestra libertad con unas extrañas esferas.

Pregunto a los líderes cómo realizar tal juramento. Al parecer no hay un proceso fijo y definido, pues cada Pokémon vive su propia experiencia. Lo único que pueden decirme es que “sea yo misma” y, si tengo derecho a obtener esa libertad, el pacto será realizado.

— ¿Por qué tienen que hablar de forma tan mística y extraña? No creo que cueste tanto elaborar un método conciso... — Me quejo al aire mientras levito de lado a lado llena de confusión. — Ser yo misma... — No es muy difícil pensarlo. Mi vida comenzó a tener sentido en cuanto descubrí el mundo de las bayas. Necesito explorar este mundo y encontrarlas todas. — ¿Pero si no soy libre, no lo lograré? — Mis reflexiones parecen ser acertadas, pues siento una gran energía a mi alrededor.

Abro los ojos. — ¿Perdí la consciencia? — Me siento aturdida, y esa energía comienza a disiparse lentamente. Sin entender nada, regresé de nuevo a la base secreta del gremio. Me dijeron notar cómo mi pacto con Rayquaza fue un éxito. Les miré de forma extraña y sin entender nada, hasta que comprendí que eso significaba que podía unirme al gremio, y entonces sonreí.